sábado, 21 de septiembre de 2013

El tiempo y el poema

Ver el tiempo puede ser parte de la experiencia poética. Entrar en la penumbra de la habitación. En penumbras encontrar en la pared, escrita y malva, un poema. La letra,  plástica tipografía sobre la cal o la pintura. ¿Qué recuerda? Allí se leyó un poema, ese. Pero nada lo dice. Eso es tal vez lo mejor de todo, el mejor regalo. No hay casi parámetros, apenas un nombre y una fecha. Hay, como siempre que algo, sin buscar, se encuentra, la libertad. Y cuando el encuentro es valioso la libertad es el pensamiento libre, la imaginación, el sueño. Ver el tiempo es mirar las marcas del poema. Alguna letra ha caído y ha sido vuelta a pegar. O ha sido escrita, la humedad comió su espacio y sobre ese vacío, otra vez, la letra. Matices son los cambios de color y son también segundos, horas, años. Son texturas del tiempo que se mezcla. En la soledad del cuarto la lectura es algo casi religioso. Afuera ladra el sol y el calor desespera. Adentro, por un instante, la quietud es la forma plena de las letras. El tiempo, un laberinto que en quien lee se repliega. Y es inenarrable, finalmente, la experiencia.
En la Quinta de Capurro, Santa Lucía desde hace 3 años.